No tenía previsto escribir una segunda parte de la historia del reemplazo del iPod nano, pero debido a los recientes acontecimientos creo que merece contar cómo ha acabado todo finalmente.
Se supone que una vez recibido el iPod de sustitución por parte de Apple ahí se terminaba la historia (de ahí el post anterior), pero pasados unos días y habiéndolo pensado un poco, decidí que no me había quedado nada satisfecho con el cambio. Para muchas personas hubiera supuesto un muy buen cambio, y no podrían estar más contentas. Y es que, objetivamente, es así: después de tanto tiempo, que venga Apple y te reemplace gratis tu antiguo iPod nano al que seguro tenías olvidado en un cajón por uno de los actuales es casi un regalo.
Pero como ya comenté, ese no es mi caso. Al principio de recibir el nuevo, bueno, pues la idea de tener un iPod de los nuevos tiene su gracia, pero poco más. Y como de costumbre, parece que sólo nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. La idea, como ya comenté en la entrada anterior, era vender el nuevo y comprar uno de 1ª generación de segunda mano.